El develamiento de la madre Tierra.

Pedro César Cantú

Tomado de: CIENCIA UANL / AÑO 24, No.107, mayo-junio 2021

https://cienciauanl.uanl.mx/?p=11058


Presentación.

Vivimos en un mundo físico, en el cual, los seres vivos nos mantenemos de él. Este mundo físico en su totalidad lo llamamos Tierra o Planeta Tierra, todo mundo lo sabe y lo asume, pero pocos ven qué implicaciones tiene para nosotros como especie, y para todas las especies que existen. La Tierra es finita y sus recursos también. Así que es necesario hacer que todos nos percatemos de lo importante que es tomar en cuenta el papel que jugamos como individuos y especie en el deterioro ambiental y en la pérdida de la biodiversidad. La visión de la Tierra como “proveedora infinita de recursos”, principalmente se debe a la visión comercial que tiene el modelo económico dominante en el planeta, que es el capitalismo. La otra visión, la de ver a la Tierra como “Madre sustentadora” que era la visión de pueblos andinos, con su deidad Pachamama “Madre del mundo” o “Madre Tierra” deidad de la fertilidad, de la siembra y la cosecha que también se le relaciona con las montañas y terremotos y que es principalmente un ser creativo que mantiene la vida sobre la Tierra, a la cual se le respeta y venera. También estos pueblos, aseguraban que surgen problemas cuando las personas toman de la naturaleza más de lo necesario, pues están tomándolo de Pachamama. No solo los pueblos andinos hablaban de una madre Tierra desde luego, otro pueblos y culturas usaban términos diferentes, pero tenían cosmovisiones semejantes. Pero dejemos que el artículo hable por sí mismo y nos invite a tener una visión diferente a la actual y occidentalizada de nuestro Planeta, y que esta visión nos sirva para la conservación de nuestros recursos entre ellos la biodiversidad.

PCCM-UANL.jpg

Pedro César Cantú Martínez: Su línea de investigación es calidad de vida y sustentabilidad, donde ha aportado conocimientos en el área de salud pública, bioética, ciencias ambientales y sociales, en las que ha formado recursos humanos y ha dirigido tesis de posgrado y pregrado. En relación a la producción académica ha escrito diez libros, editado cinco, y traducido uno. Los títulos son: Contaminación Ambiental; El Cometido de la Salud Pública; Paráfrasis Ambiental; Desarrollo Sustentable. Conceptos y Reflexiones; ¿La Naturaleza o el Hombre? El Dilema Ambiental; Bioética e Investigación en Salud (1era Edición); Indicadores de Sustentabilidad en el Estado de Nuevo León; Bioética e Investigación en Salud (2da Edición) Otros son: Desarrollo Sustentable Antes y Después de Río +20; Bioética e Investigación en Salud (3era Edición); Evaluación Bioética de la Investigación en Salud; Sustentabilidad Social. Dinámica de la Violencia y Segregación en la Sociedad; Sustentabilidad Científica. Introversión sobre la Ciencia, Conciencia y Racionalidad Social; Promoción de la Salud. Una Tarea y Desafío Vigentes; Calidad de Vida y Salud; y el Informe sobre las Ciencias Sociales en el Mundo. Además ha escrito 24 Capítulos de libros sobre temas que abordan distintas aristas de la calidad de vida como la salud pública, bioética, aspectos sociales y aspectos relacionados con la sustentabilidad. Ha publicado numerosos artículos que atañen a su línea de investigación. Cuenta con proyectos de investigación en su línea de trabajo que han sido apoyados por CONACYT, PAICYT-UANL y la Organización Panamericana de la Salud-Oficina de Campo el Paso.


Árbol UANL Madre Tierra.jpg

Hoy en día, ante los acontecimientos ambientales que estamos padeciendo, debemos tomar conciencia –interpretada ésta como el apropiamiento de un conocimiento y el cambio de una actitud– ante nuestro planeta que desde tiempos muy lejanos ha sido sujeto de veneración y manifestaciones ceremoniales (Valencia, 1999). El modelo imperante ideológico de orden occidental ha intentado, desde las épocas colonialistas –hasta la actualidad–, hacer prevalecer en nosotros una identidad que dista mucho de la percepción que poseían y ostentan aún los pueblos originarios de América.

En este contexto –destaca en el presente–, se ha buscado invariablemente desestimar esta conciencia social de los pueblos originarios, a tal punto que se produce en muchos ámbitos de nuestra sociedad posmoderna un desprecio, discriminación y exclusión de tan valioso aporte social, cultural y ambiental, el cual se ha tratado con una visión de decadencia y anticuado (Cantú-Martínez, 2020). En tanto, lo que hemos apreciado es que mucho del conocimiento científico actual ha sido confiscado del pensamiento y posturas de los pueblos indígenas, en muchas ocasiones cosificándolo y tratándolo como un objeto de escudriñamiento para reinterpretarlo y generar con ello una falsa y empedernida soberbia tanto social como tecnocientífica.

En este sentido, González (2004:54) comenta indulgentemente la expresión de Hernán Cortés –al estar en tierras mesoamericanas– quien refería: “Yo he venido aquí a coger oro y no a labrar el suelo como un campesino”. Donde el mayor tesoro que Cortés obtuvo –inclusive mayor al propio oro– fue el conocimiento y la cosmovisión que los pueblos originales poseían.

Conocimiento que después fue turnado a la Iglesia –compuesta por personas ambiciosas y sin escrúpulos– para apropiarse de la sabiduría indígena y comenzar una esclavitud no de orden físico sino mental, al desposeer de todas sus creencias, percepciones y constructos holísticos de su realidad a los indígenas, malversando esto al señalar que todo lo que ellos sabían era quimérico, mientras ellos se apoderaban de este conocimiento veraz sin reservas y conferían la trasmisión de otra utopía en la cual sólo ellos poseían la comprensión del mundo mediante un monoteísmo teocéntrico de carácter dominante y de consigna, el cual Durán (2016:133) describe de forma muy clara: “La violencia de la conquista, las enfermedades y la contundencia del celo evangelizador habían acabado con cualquier vestigio de las antiguas costumbres indígenas”.

Por otra parte, si la comunidad indígena se oponía, aseveraban que morirías, no física, sino espiritualmente, aspecto que los indígenas consideraban sumamente relevante –no por este monoteísmo teocéntrico embaucador–, sino por lo que para ellos seguía significando –en espacio y tiempo– la relación de poder retornar lánguidamente con la Madre Tierra.

Por lo antes expuesto, en el presente manuscrito abordaremos la devoción a la Madre Tierra, como el surgimiento de esta estrecha relación que poseían los pueblos originales y los valores que esto concernía, y se constituían en el lazo con el cual se mantenían en armonía con la naturaleza. Finalmente abordaremos algunas consideraciones a manera de conclusión.

DEVOCIÓN Y RESPETO A LA MADRE TIERRA

Entre los pueblos mesoamericanos han subsistido distintas formas de relacionarse con la Madre Tierra, en estas relaciones se percibe siempre el mundo de una manera interdependiente, complementaria y holística. La cultura maya exterioriza esto de manera sucinta al indicar lo que representa la Madre Tierra –Akna– para ellos:

Nosotros, el Pueblo Maya, con nuestra cosmogónica manera de percibir, de ser y de vivir, somos milenarias hermanas y milenarios hermanos de las flores, de los pinos, de las aves, de los reptiles, de las codornices y de toda la diminuta e inmensa flora y fauna que la Madre Tierra ha dado a luz en su millonaria existencia, como fruto, a su vez, de la incesante vibración de la totalidad del Cosmos (Cochoy, Yac, Yaxón Tzapinel, et al, 2006:17).

En tanto, el pueblo aymara –cultura precolombina–, estudiado desde su relación con la civilización incaica, como comenta Valencia (1999:26), contenía una profunda dependencia con la Madre Tierra –Abya Yala– al señalar:

De ahí que su cosmovisión tenga sus fundamentos en la experiencia del universo como una totalidad orgánica, donde todos los componentes están en relación mutua y en armonía, donde nada es aislado. Allí el dar y el recibir –característica fundamental de la reciprocidad aymara– se extiende más allá de las relaciones humanas, alcanzando todos los elementos del universo: el hombre, la tierra, los animales y toda la naturaleza. Por ello, mantener el equilibrio, dentro y entre los grandes y pequeños componentes de su universo, es fundamental.

Mientras la cultura mapuche precisa que la Madre Tierra –Ñuque Mapu– les proporciona una identidad como pueblo, y este “principio cosmológico se organiza en la Ñuque Mapu en su dimensión espacial, temporal, cultural e histórica” (Gavilán, 2012:23); observándose así ellos como descendencia de la madre naturaleza, la cual les otorga un contexto social, espacial y temporal en la que se relacionan estrechamente con la Madre Tierra, y les confiere adicionalmente una civilidad, tradiciones y una conexión de carácter identitario que distingue a su comunidad.

Por lo que respecta a la cultura quechua, su posición frente a la Madre Tierra –Pachamama– es altamente vinculante –como comenta Las Heras (2017, p. 64), al reconocerla como “la Santa Tierra, la madre de todos y de todo. Pachamama es siempre un ser femenino; es una deidad buena y benevolente; de ella ha nacido todo: hombres, animales y plantas; ella protege todo y especialmente a los hombres”; Di Salvia, 2013:107–; comenta, además, que esta configuración femenina se debía “a la visión que se tenía de este numen como entidad dispensadora de los productos alimenticios y, por tanto, sustentadora de todo ser viviente, de manera análoga a como lo haría toda madre con sus hijos”. Esto es, la admiración conferida a la Pachamama no sólo se manifestaba en actos ceremoniales otorgando dádivas, sino que en su compleja cosmovisión mostraba la adoración a todo el entorno natural.

Ciencias UANL 24-2.jpg

LOS VALORES DE LA MADRE TIERRA

En su vital vínculo con la Madre Tierra, los pueblos originarios ostentan explicaciones sumamente importantes –que expresan una sabiduría milenaria– sobre los acontecimientos y dinámicas que yacen en su entorno natural, que de acuerdo con Acuña et al. (2015:128), es emanado de que la Madre Tierra se les muestra como “un libro abierto, el cual encierra en sus páginas los secretos que son necesarios conocer para tener una convivencia armónica con ella”.

Lo anterior puede quedar ejemplificado en la carta que el jefe Seattle mandó al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, en 1855, tras recibir la misiva de que el gobierno de Pierce deseaba comprarle los territorios que hoy en día constituyen Washington. En esta comunicación, el jefe Seattle le hacía ver cómo la cultura de su pueblo –Suwamish– se relacionaba y valoraba el entorno natural, al respecto suscribimos los párrafos 4 y 5 de este portentoso documento:

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas.

Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Con lo antes mencionado, al hacer una reflexión, podemos observar que en la actualidad nuestra sociedad moderna y postmoderna es el último eslabón de una cadena social que se ha desvinculado de la Madre Tierra, en este tenor, Ralph W. Emerson (1904:10), filósofo y escritor, en su obra denominada Naturaleza seguido de varios discursos, hace mención a lo siguiente:

La Naturaleza, cuando sirve al hombre, no es sólo el material, sino el proceso y el resultado. Todas las partes trabajan incesantemente, unas en unión de otras, para el provecho del hombre. El viento siembra la semilla; el sol evapora el mar; el viento arrastra el vapor al campo; el hielo, por un extremo del planeta, condensa la lluvia en el extremo opuesto; la lluvia nutre a la planta; la planta nutre al animal; y así las interminables circulaciones de la Divina Caridad alimentan al hombre.

En cambio, nosotros nos hemos alejado de la Madre Tierra, ya que no comprendemos su lenguaje y formas de expresión que surgen del trinar de las aves, del aullido de los lobos, del rugido de los leones, del sonido relajante de un río, de los sonidos silbantes del viento, del crujir de las hojas de un árbol cuando el viento sopla, del cambio de las estaciones del año, entre otras manifestaciones.

Ciencial UANL.24-3.jpg

En contraste, todos los seres y componentes de la naturaleza nos rehúyen con temor, producto de que nuestra sociedad moderna y posmoderna liquida la fauna y derriba la flora silvestre sin ninguna consideración. Si cavilamos, esta postura occidental obedece a los acontecimientos que se suscitaron en los siglos XVI y XVII, temporalidad en la que tuvo su génesis la denominada Revolución científica, cuya característica que descuella es que muchos de los académicos y científicos de ese lapso asumieron el posicionamiento judeocristiano de tratar a la Madre Tierra como un objeto a disposición del ser humano, donde la Iglesia católica tuvo mucha responsabilidad (Mestre, 2011).

Así cabría preguntarnos ¿quiénes son los salvajes e irracionales? ¿Qué sensación nos deja el haber perdido la identidad, la pertinencia y la espiritualidad frente a la Madre Tierra? ¿Qué opinión merece la injerencia de los sistemas religiosos a lo largo de la historia, los cuales han hecho alarde por desvalorizar el conocimiento y la vinculación de los pueblos originaros con la Madre Tierra?

Ciencias UANL 24 - 4.jpg


CONSIDERACIONES FINALES

Al adentrarnos en los contextos identitarios en los que se centraban los pueblos originales de América, podemos entrever los códigos, el simbolismo y las pautas de orden cultural respecto a sus identidades y con ello podemos apreciar un antes y un después de la irrupción de la cultura occidental que conllevó el exterminio de las miradas historiográficas en derredor de la Madre Tierra. Ya que con esta actuación la cultura occidental ha establecido una forma de relacionarse con la Madre Tierra, en la que la huella radica prácticamente en una reducción y desplazamiento de los saberes de los pueblos subyugados. Esta incursión cultural de orden occidental desestima las cosmovisiones de las distintas culturas mesoamericanas con respecto a la Madre Tierra, al punto que cuando hoy nos referimos a ellas desde un contexto cultural o social, las hemos desautorizado llamándolas ritos, supersticiones, cultos, costumbres, entre otros rubros nominales. En cambio, todos los posicionamientos occidentales que emergen por las posturas culturales, han sido denominados por ellos mismos como filosofías de vida, las cuales han tratado de extender hegemónicamente ignorando los principios, valores e ideas que rigieron y aún reinan en los descendientes de los pueblos originales de Mesoamérica, y que supeditan una cosmología de vida y una expresión de ideas como actitudes simétricas frente a la Madre Tierra.

  • Universidad Autónoma de Nuevo León.

Contacto: cantup@hotmail.com

Referencias

Acuña, I.T., Moncayo, F.H.O., Chávez, F.A.M., et al. (2015). De la conservación del suelo al cuidado de la tierra: una propuesta ético-afectiva del uso del suelo. Ambiente & Sociedade. 18(3):121-136.

Cantú-Martínez, P.C. (2020). Escenarios de los pueblos indígenas frente al cambio climático. México:Universidad Autónoma de Nuevo León. Cochoy, M.F., Yac, P.C., Yaxón, I., et al. (2006). Raxalaj Mayab’ K’aslemalil. Cosmovisión maya, plenitud de la vida. Guatemala:PNUD Guatemala.

Di Salvia, D. (2013). La Pachamama en la época incaica y posincaica: una visión andina a partir de las crónicas peruanas coloniales (siglos XVI y XVII). Revista Española de Antropología Americana. 43(1):89-110.

Durán, N. (2016). La evangelización de Mesoamérica en el siglo XVI: una aproximación crítica. Historia y Grafía. 24(47):115-143.

Emerson, R.W. (1904). La naturaleza. Seguido de varios ensayos. Madrid:La España Moderna. Gavilán, V.M. (2012). El pensamiento en espiral. El paradigma de los pueblos indígenas. Santiago: Ñuke Mapuförlaget.

González, S. (2004). Mirando a la Pachamama: globalización y territorio en el Tarapacá andino. Revista de Geografía Norte Grande. 31:53-62.

Las Heras, A. (2017). Descripción y análisis de los rituales actuales a la Pachamama realizadas por el pueblo quechua. Revista Borromeo. 8:62-70.

Mestre, A.C. (2011). El culto a la Madre Tierra: mujer, naturaleza y espiritualidad. (Tesis de Licenciatura). Gandía, España:Universidad Politécnica de Valencia.

Seattle, J. (1855). Carta del jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos. Disponible en: https://tinyurl.com/y4kw6wcq

Valencia, N. (1999). La Pachamama: revelación del dios creador. Quito: Ediciones Abya-Yala.

Sugerencias de actividades de aprendizaje.

1. Leer el artículo de manera individual y posteriormente hacer undiscusión grupal con ayuda del profesor.

2. Investiga entre pueblos como los Mayas, Toltecas, Nahoas y otros pueblos de nuestro país, la cosmovisión que tenían en relación a los recursos naturales y de su uso.

3. Hacer una investigación sobre la carta enviada al Presidente de los Estados Unidos Flanklin Pierece en 1854, por arte del Jefe Seattle, cuando cuando intentan comprarles sus Tierras. Se recomienda hacer la lectura individualmente y hacer una refelexión y discusión grupal dirigida por el profesor.